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12.11.09

¿Cuál es la civilización más antigua de todas?

A raiz de la noticia del hallazgo del Ejército perdido de Cambises, me he puesto esta tarde a bucear en las fuentes originales que nos hablan de este tema, básicamente el Libro II de la Historia de Heródoto. Medio sin querer, me he topado con esta curiosidad, que como me ha parecido interesante, he decidido compartir con vosotros.



Resumiendo, nos habla de algo muy típico en la Antigüedad, comparar los linajes de cada uno, a ver cuál era más ilustre y más rancio... que si mi familia desciende de Hércules, que si la mía de Zeus, que si Venus tomaba el café con mi abuelita... lo curioso de este texto es que este alardeo no se queda en el ámbito familiar, sino que se extiende incluso al ámbito de las nacionalidades... en este texto podreis ver como un agobiado faraón egipcio, Psamético III, intenta averiguar por métodos bien extraños qué civilización es más antigua, si la suya o la frigia... así nos lo explica Heródoto:

II. Los egipcios vivieron en la presunción de haber sido los primeros habitantes del mundo, hasta el reinado de Psamético. Desde entonces, cediendo este honor a los frigios, se quedaron ellos en su concepto con el de segundos. Porque queriendo aquel rey averiguar cuál de las naciones había sido realmente la más antigua, y no hallando medio ni camino para la investigación de tal secreto, echó mano finalmente de original invención. Tomó dos niños recién nacidos de padres humildes y vulgares, y los entregó a un pastor para que allá entre sus apriscos los fuese criando de un modo desusado, mandándole que los pusiera en una solitaria cabaña, sin que nadie delante de ellos pronunciara palabra alguna, y que a las horas convenientes les llevase unas cabras con cuya leche se alimentaran y nutrieran, dejándolos en lo demás a su cuidado y discreción. Estas órdenes y precauciones las encaminaba Psamético al objeto de poder notar y observar la primera palabra en que los dos niños al cabo prorrumpiesen, al cesar en su llanto e inarticulados gemidos. En efecto, correspondió el éxito a lo que se esperaba. Transcurridos ya dos años en expectación de que se declarase la experiencia, un día, al abrir la puerta, apenas el pastor había entrado en la choza, se dejaron caer sobre él los dos niños, y alargándole sus manos, pronunciaron la palabra becos. Poco o ningún caso hizo por la primera vez el pastor de aquel vocablo; mas observando que repetidas veces, al irlos a ver y cuidar, otra voz que becos no se les oía, resolvió dar aviso de lo que pasaba a su amo y señor, por cuya orden, juntamente con los niños, pareció a su presencia. El mismo Psamético, que aquella palabra les oyó, quiso indagar a qué idioma perteneciera y cuál fuese su significado, y halló por fin que con este vocablo se designaba el pan entre los frigios. En fuerza de tal experiencia cedieron los egipcios de su pretensión de anteponerse a los frigios en punto de antigüedad.
Heródoto. Historia. Libro II

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