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17.4.07

Vidas paralelas: Arístides

Continuamos esta larga marcha a lo largo de las Vidas Paralelas de Plutarco, con un personaje que, al igual que su compañero de camino romano, es un claro ejemplo de rectitud moral y servicio a su pais, desde el desapego económico... Disfrutad con la lectura
I. Aristides, hijo de Lisímaco, era de la tribu Antióquide y de la curia Alopecense. Acerca de su patrimonio corren diferentes opiniones, diciendo algunos que pasó su vida en continua pobreza, y que a su muerte dejó dos hijas, que estuvieron mucho tiempo sin casar por la estrechez de su fortuna. Mas contra esta opinión, sostenida por muchos, tomó partido Demetrio Falereo en su Sócrates, refiriendo que en Falera conoció cierto territorio que se decía de Aristides, en el que había sido sepultado. Hay además algunos indicios de que su casa era acomodada, de los cuales es uno el haber obtenido por suerte la dignidad de Epónimo, que no se sorteaba sino entre los que eran de las familias que poseían el mayor censo, a los que llamaban quinienteños. Otro indicio es el ostracismo, porque no le sufría ninguno de los pobres, sino los que eran de casas grandes, sujetos a la envidia por la vanidad del linaje. Tercero y último, haber dejado en el templo de Baco, por ofrenda de la victoria obtenida con un coro, unos trípodes que todavía se muestran hoy, conservando esta inscripción: “La tribu Antióquide venció; conducía el coro Aristides, y Arquéstrato fue el que ensayó el coro”. Pero éste, que parece el más fuerte, es sumamente débil; porque también Epaminondas, que nadie ignora haberse criado y haber vivido en suma pobreza, y Platón el filósofo, dieron unos coros que merecieron aprecio: el uno de flautistas, y el otro, de jóvenes llamados cíclicos, suministrando a éste para el gasto Dión de Siracusa, y a Epaminondas, Pelópidas; no estando los hombres de bien reñidos en implacable e irreconciliable guerra con las dádivas de los amigos, sino que teniendo por indecorosas y bajas las que se reciben por avaricia, no desechan aquellas que no se toman por lucro, sino para cosas de honor y lucimiento. Panecio manifiesta que, en cuanto al trípode, se dejó engañar Demetrio de la semejanza de los nombres. Desde la guerra pérsica hasta el fin de la del Peloponeso sólo se halla, en efecto, haber vencido con coro dos Aristides, de los cuales ninguno era este hijo de Lisímaco, sino que el padre de uno fue Jenófilo y el otro fue mucho más moderno; como lo convencen el modo de la escritura, que es de tiempo posterior a Euclides, y el hablarse de Arquéstrato, de quien en el tiempo de la guerra pérsica ninguno dice que fuese maestro de coros, cuando en el tiempo de la del Peloponeso son muchos los que lo atestiguan; mas esto de Panecio necesita de mayor examen. Por lo que hace al ostracismo, incurría en él todo el que parecía sobresalir entre los demás por su fama, por su linaje o por su facundia en el decir; así es que Damón, maestro de Pericles, sufrió el ostracismo por parecer que era aventajado en prudencia, e Idomeneo dice que Aristides fue Arconte no por suerte, sino por elección de los Atenienses; y si fue llamado al mando después de la batalla de Platea, como el mismo Demetrio dice, es muy probable que en tanta gloria, y después de tales hazañas, se le contemplase por su virtud digno de aquella autoridad, que otros alcanzaban por sus riquezas. De otra parte, es bien sabido que Demetrio, no sólo en cuanto a Aristides, sino también en cuanto a Sócrates, tomó el empeño de eximirle de la pobreza como de un gran mal; porque dice que éste no sólo tenía una casa, sino setenta minas puestas a logro en casa de Critón.

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