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10.3.08

El Simposio, cenas de sociedad en la Antigua Grecia

El sympósion (tradicionalmente traducido por «banquete», aunque su traducción más literal es la de «reunión de bebedores »), era uno de los entretenimientos preferidos de los griegos, y fue exportado posteriormente a la Roma Republicana, ávida de rituales sofisticados y modales menos rudos que los propios.

Comprendía dos partes: La primera estaba consagrada a la comida, generalmente bastante simple, y la segunda a la bebida. Lo cierto es que también se consumía vino con la comida, con lo que el resultado del evento es bastante imaginable.

La segunda parte era inaugurada por una libación, casi siempre en honor de Dioniso. Después se discutía o se jugaba a diversos juegos de mesa, como el cótabo — los convivios estaban reclinados en divanes (griego κλίναι, klínai), mesas bajas servían para depositar al comida o el tablero de juego. Bailarinas, acróbatas, y músicos podían amenizar la velada. Un «rey del banquete», elegido a suertes, se encargaba de indicar a los esclavos la proporción entre el vino y el agua en la preparación de la bebida.

Estrictamente reservado a los hombres — con excepción de las bailarinas y de las cortesanas —, el banquete era un elemento esencial de la sociabilidad griega. Podía estar organizado a instancias de un particular que convidaba a sus amigos o a su familia. Podía también reunir, de manera regular, a los miembros de una asociación religiosa o de una hetairía (especie de club aristocrático).

El banquete sirvió de marco a una verdadera literatura de género: El Banquete de Platón, el de Jenofonte, las Charlas de sobremesa de Plutarco o el Banquete de los sofistas de Ateneo.

Cuando Grecia estuvo bajo el control romano, y se produjo un verdadero proceso de asimilación cultural del vencedor por parte del vencido, la ceremonia del Simposio pasó a formar parte de los usos y costumbres de los romanos de origen patricio. De alguna forma, los nuevos modales griegos, más refinados y sofisticados, se hicieron rápidamente con un hueco en la vida social romana, cansada ya de los viejos patrones de conducta basados en la austeridad y la sobriedad típicos de los primeros días de la República. Políticos como Catón el Viejo, verdadero azote de los helenizantes, cuyo ejemplo más claro fue a familia de los Escipiones, se encargaron de recordarle a los romanos que su Ciudad se había levantado gracias al esfuerzo y la tenacidad, y que estas nuevas costumbres acabarían por pudrir desde dentro la moral de la República.


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