En nuestra larga caminata a través de las Vidas Paralelas del gran historiador Plutarco, llegamos hoy a nuestra siguiente etapa, la biografía del político ateniense Cimón. A este personaje le tocó vivir una de las épocas más fascinantes de la historia de Grecia, el siglo de Oro de Atenas, y compartir escenario político con algunos de los personajes más célebres del panteón de héroes de la ciudad: Pericles y Temístocles. Como partidario de la alianza con Esparta, en una época en que los aires políticos corrían en otro sentido, hubo de sufrir vicisitudes de todo tipo, incluso el ostracismo (veis adjunta una foto de una Ostraka con su nombre, la papeleta de voto con que los atenienses tomaban sus decisiones de mayor impirtancia, como el destierro de un personaje público).
Pues bueno, os dejo en buenas manos, las de Plutarco, que os explicará quien fue y qué hizo Cimón...
Pues bueno, os dejo en buenas manos, las de Plutarco, que os explicará quien fue y qué hizo Cimón...
I. Peripoltas el adivino, acompañando desde la Tesalia a la Beocia al rey Ofeltas, y a los pueblos a quien éste mandaba, dejó una descendencia que fue por largo tiempo tenida en estimación, y lo principal de ella se estableció en Queronea, que fue la primera ciudad que ocuparon, lanzando de ella a los bárbaros. Los más de este linaje, valientes y belicosos por naturaleza, perecieron en los encuentros con los Medos y en los combates con los Galos, por arriesgar demasiado sus personas. De éstos quedó un mocito, huérfano de padres, llamado Damón, y de apellido Peripoltas, muy aventajado en belleza de cuerpo y disposición de ánimo sobre todos los jóvenes de su edad, aunque, por otra parte, indócil y duro de condición. Prendóse de él, cuando acababa de salir de la puericia, un romano, jefe de una cohorte que invernaba en Queronea, y como no hubiese podido atraerle con persuasiones ni con dádivas, se tenía por cierto que no se abstendría de la violencia, mayormente hallándose abatida la ciudad y reducida a pequeñez y pobreza. Temiendo esto Damón, e incomodado ya con las solicitudes, trató de armarle una celada, para lo que se concertó con algunos de losde su edad, aunque no en grande número, para que no se descubriese; de modo que eran al todo diez y seis. Tiznáronse los rostros con hollín, y habiendo bebido largamente, al mismo amanecer acometieron al Romano, que estaba haciendo un sacrificio junto a la plaza; dieron muerte a él y a cuantos con él se hallaban, y se salieron de la ciudad. Movióse grande alboroto, y congregándose el Senado de los Queronenses, los condenó a muerte, lo que era una excusa de la ciudad para con los Romanos. Juntáronse por la tarde a cenar los magistrados, como es de costumbre, y, arrojándose Damón y sus camaradas sobre el consistorio, les dieron también muerte, y luego volvieron a marcharse huyendo de la ciudad. Quiso la casualidad que por aquellos días viniese Lucio Luculo a ciertos negocios, trayendo tropas consigo; y deteniendo la marcha, hizo averiguación de estos hechos, que estaban recientes, y halló que de nada había tenido la culpa la ciudad, y antes ella misma había sido ofendida; por lo que, recogiendo la tropa, marchó con ella. Damón, en tanto, infestaba la comarca con latrocinios y correrías, amenazando a la ciudad, y los ciudadanos procuraban con mensajes y decretos ambiguos atraerle a la población. Vuelto a ella, le hicieron prefecto del Gimnasio; y luego, estándose ungiendo, acabaron con él en la estufa. Después de mucho tiempo se aparecían en aquel sitio diferentes fantasmas, y se oían gemidos, como nos lo refieren nuestros padres, y se tapió la puerta de la estufa; mas aun ahora les parece a los vecinos que discurren por allí visiones y voces que causan miedo. A los de su linaje, que todavía se conservan algunos, especialmente junto a Estiris de la Fócide, en dialecto eólico les llaman asbolómenos, por haberse tiznado Damón con hollín cuando salió a su mal hecho.
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La nueva forma de entender la historia
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XVI Fue, en efecto, desde el principio partidario de Lacedemonia, y de dos hijos gemelos que tuvo de Clitoria, según dice Estesímbroto, al uno le puso por nombre Lacedemonio,
ResponderEliminarXVI ...(y) celebrando para todo a los Lacedemonios ante los Atenienses, especialmente cuando tenía que reprender a éstos o que excitarlos a alguna cosa, había tomado la costumbre, según refiere Estesimbroto, de decirles: “¡Qué poco son así los Lacedemonios!”
ResponderEliminarun par de fragmentos más para completar la idea de su afecto por Esparta
ResponderEliminarA.H.