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21.5.08

La batalla del río Gránico... 1era victoria de Alejandro en Persia

La Batalla del río Gránico es la primera gran victoria de Alejandro en tierras de los persas. Asegurada su posición en Grecia, se lanza en el 334 aC a la conquista de los enemigos tradicionales de los griegos, un imperio que por aquellas épocas ya había olvidado las grandezas de sus antecesores y estaba ya en franco declive.

Esta batalla es paradigmática de la filosofía militar de Alejandro Magno: Cada batalla se entendía como una apuesta a todo o a nada. Llegadas sus tropas al río Gránico, se encuentra al otro lado con los soldados enemigos. En contra del consejo de sus propios generales, que le recomendaban prudencia, por lo profundo del río y por lo avanzado del día, Alejandro sujeta firme las riendas de su caballo, prende el escudo y la espada, y se lanza como un auténtico poseso a luchar contra las columnas persas. Sus soldados, incapaces de dejar sólo a su Rey, le siguen detrás, dispuestos a no dejar títere con cabeza. El cruce del río es desordenado y caótico. Sin embargo los persas no pueden creer lo que están viendo: ¡El propio rey macedonio se lanza a la carga, seguido a distancia de sus compañeros de armas más cercanos!!

Lo que los persas no podían esperar es que Alejandro, partiendo desde uno de los flancos de su tropa, fuera a remontar el río hasta plantarse con su caballo justo frente al centro de las columnas persas, en su clásica formación de ataque de caballería en cuña. Los generales persas Mitrídates, Espitídatres y Roesaces cómodamente instalados en el centro de su frente, teóricamente bien protegidos a flanco y flanco por miles de soldados, ven de repente como caen sobre ellos una auténtica jauría de jinetes macedonios sedientos de sangre y ansiosos de victoria.

El desenlace es por todos conocido: La batalla que sigue es un primer zarpazo del león macedonio a las ovejillas persas, las cuales, antes de darse cuenta han perdido ya a 20.000 soldados y tiene al enemigo en casa.

Plutarco, en la biografía de Alejandro que incluye en sus Vidas Paralelas, nos explica la batalla con más énfasis que detalle:

"En esto, los generales de Darío habían reunido muchas fuerzas, y como las tuviese ordenadas para impedir el paso del Granico, debía tenerse por indispensable el dar una batalla para abrirse la puerta del Asia, si se había de entrar y dominar en ella; pero los más temían la profundidad del río y la desigualdad y aspereza de la orilla opuesta, a la que se había de subir peleando, y a algunos les detenía también cierta superstición relativa al mes, por cuanto en el Desio era costumbre de los reyes de Macedonia no obrar con el ejército; pero esto lo remedió Alejandro mandando que se contara otra vez el Artemisio. Oponíase, de otro lado, Parmenión a que se trabara combate, por estar ya adelantada la tarde; pero diciendo Alejandro que se avergonzaría el Helesponto si habiéndolo pasado temieran al Granico, se arrojó al agua con trece hileras de caballería, y marchando contra los dardos enemigos y contra sitios escarpados, defendidos con gente armada y con caballería, arrebatado y cubierto en cierta manera de la corriente, parecía que más era aquello arrojo de furor y locura que resolución de buen caudillo. Mas él seguía empeñado en el paso, y llegando a hacer pie con trabajo y dificultad en lugares húmedos y resbaladizos por el barro, le fue preciso pelear al punto en desorden y cada uno separado contra los que les cargaban antes que pudieran tomar formación los que iban pasando, porque los acometían con grande algazara, oponiendo caballos a caballos y empleando las lanzas y, cuando éstas se rompían, las espadas. Dirigiéronse muchos contra él mismo, porque se hacía notar por el escudo y el penacho del morrión, que caía por uno y otro lado, formando como dos alas maravillosas en su blancura y en su magnitud; y habiéndole arrojado un dardo que le acertó en el remate de la coraza, no quedó herido. Sobrevinieron a un tiempo los generales Resaces y Espitridates, y hurtando el cuerpo a éste, a Resaces, armado de coraza, le tiró un bote de lanza, y rota ésta metió mano a la espada. Batiéndose los dos, acercó por el flanco su caballo Espitridates, y poniéndose a punto le alcanzó con la azcona de que usaban aquellos bárbaros, con la cual le destrozó el penacho, llevándose una de las alas; el morrión resistió con dificultad al golpe, tanto, que aun penetró la punta y llegó a tocarle en el cabello. Disponíase Espitridates a repetir el golpe, pero lo previno Clito el negro, pasándole de medio a medio con la lanza; y al mismo tiempo cayó muerto Resaces, herido de Alejandro. En este conflicto, y en lo más recio del combate de la caballería, pasó la falange de los Macedonios y vinieron a las manos una y otra infantería; pero los enemigos no se sostuvieron con valor ni largo rato, sino que se dispersaron y huyeron, a excepción de los Griegos estipendiarios, los cuales, retirados a un collado, imploraban la fe de Alejandro; pero éste, acometiéndolos el primero, llevado más de la cólera que gobernado por la razón, perdió el caballo, pasado de una estocada por los ijares- era otro, no el Bucéfalo-, y allí cayeron también la mayor parte de los que perecieron en aquella batalla, peleando con hombres desesperados y aguerridos. Dícese que murieron de los bárbaros veinte mil hombres de infantería y dos mil de caballería. Por parte de Alejandro dice Aristobulo que los muertos no fueron entre todos más qué treinta y cuatro; de ellos, nueve infantes. A éstos mandó que se les erigiesen estatuas de bronce, que trabajó Lisipo. Dio parte a los Griegos de esta victoria, enviando en particular a los Atenienses trescientos escudos de los que cogieron, y haciendo un cúmulo de los demás despojos, hizo poner sobre él esta ambiciosa inscripción: “ALEJANDRO, HIJO DE FILIPO, Y LOS GRIEGOS, A EXCEPCIÓN DE LOS LACEDEMONIOS, DE LOS BÁRBAROS QUE HABITAN EL ASIA”."
Obviamente las cifras que da Plutarco son exageradas, y no es creible que los macedonios causaran tantos miles de bajas entre los persas, recibiendo ellos tan sólo un arañazo, 3 chichones y un moretón. Lo cierto es que Alejandro estuvo a punto de morir en varias ocasiones, pero el genial macedonio, autoconvencido de su carácter semidivino, demostró que la única forma de llegar hasta el fin del mundo era siendo intrépido y alcanzando victorias que pasarían a la historia...



Profundizar en este tema:


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2 comentarios:

  1. Bestial narración de uno de los episodios más épicos de la historia de grecia. Sólo me ha faltado un video de youtube o similar para acabar de situar el tema.

    gran artículo

    Pedrillo

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  2. En esa batalla, Alejandro me dió pero que bien dado...

    Mitri

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