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4.5.11

De Aquiles a Obama, todos con el mismo problema... ¿y ahora qué hacemos con el fiambre?



Consejos históricos para deshacerse del enemigo muerto

El problema se ha planteado y resuelto de diferentes maneras a lo largo de la historia


¿Qué hacer con el enemigo muerto? El problema se ha planteado y resuelto de diferentes maneras desde que Aquiles se cebó con el cuerpo de Héctor, que es muy a menudo la primera reacción natural que tienes tras cargarte a alguien contra el que te las has tenido duras (el pélida luego se ablandó y lo devolvió, ajado, eso sí). Probablemente muchos en EE UU hubieran visto bien que Obama enganchara al abatido Bin Laden a un carro y lo arrastrara por, pongamos para hacerlo más homérico y ejemplar, el polvoriento Afganistán. En cambio ese hijo del desierto ha tenido un entierro de marino, qué cosa.

Deshonrar y hasta mutilar al líder enemigo caído, convertir su cráneo en copa, quedarte una mano o el pelo, ha sido habitual en la Historia -sin duda también en la prehistoria-, especialmente si el tipo había sido muy peligroso. La Biblia, siempre tan edificante, aporta numerosos ejemplos de trato poco amable con los enemigos caídos: se los echaba a los perros, previo corte del prepucio en caso de que no estuvieran circuncidados. David exhibió la cabeza de Goliath y sus armas y dio su cuerpo a las aves del cielo y los animales de la tierra, que suena poético pero es, hay que convenir, desconsiderado.

El buen trato ha quedado normalmente para los rivales que no eran excesivamente peligrosos; se puede ser elegante con el cadáver del barón Rojo, por ejemplo, un individuo en el fondo irrelevante aunque derribara muchos aviones, o con Napoleón una vez desactivado por la vía de dejarlo vegetar un buen tiempo. O con Lee, al cabo uno de los nuestros, enterrado con gran pompa en Arlington. Eliminar o escamotear el cuerpo es un recurso corriente. El cadáver de un gran enemigo suele seguir siendo peligroso; sus partidarios pueden convertir en santuario su tumba y extraer fuerza de ella, y ya no lo puedes matar dos veces. O a veces sí: a Oliver Cromwell se lo desenterró para una insólita ejecución póstuma, el cadáver fue desmembrado y la cabeza empalada, aunque una tradición sugiere que el verdadero cuerpo fue sepultado por sus partidarios en el Támesis -una tumba húmeda, como la de Osama- para evitar precisamente las vejaciones.

Lord Kitchener, se sostiene, tras bombardear su tumba en Omdurman hizo desenterrar el venerado cuerpo del mesiánico Mahdi, que les había dado tanta guerra a los británicos en Sudán, y se hizo con su cráneo un tintero. Es conocido el revuelo con el cadáver del Che Guevara: enterrado de mala manera tras su tortura y asesinato, se le cercenaron las manos para poder cotejar sus huellas dactilares con las de la policía argentina (hoy hay medios más sutiles que se habrán empleado seguramente con Bin Laden). En 1997, tras revelarse el paradero del cuerpo, fue exhumado y repatriado a Cuba con gran ceremonia, aunque hay fundadas dudas de que se trate del auténtico.

Desconocemos el destino de los cadáveres de los grandes enemigos de la antigua y práctica Roma, de la que es tan heredero EE UU: ni Aníbal -aunque se le atribuye una en Turquía-, ni Vercingetorix (ejecutado miserablemente tras pasearlo en triunfo César), ni Arminio han tenido tumbas que podamos ubicar con certeza (y que podrían haber alentado resistencias). No es casual tampoco, probablemente, que ni Zahi Hawass pueda encontrar la de Cleopatra. Los romanos tenían experiencia del impacto de un cadáver en la opinión pública como muy bien experimenta el Brutus de Shakespeare.

Con los líderes nazis se fue con mucho tiento para no convertir sus últimas moradas en lugar de peregrinación y rearme ideológico. Los cuerpos de los ejecutados tras los juicios de Nurenberg fueron incinerados y las cenizas esparcidas en el río Issar. Las de Eichmann los judíos las arrojaron al mar. El cuerpo de Rudolf Hess fue devuelto a la familia pero con la condición de enterrarlo en secreto. El caso de Hitler, como todo él, es especial. Los rusos sepultaron, después de enterrarlos y exhumarlos el SMERSH varias veces por la paranoia de Stalin, sus restos carbonizados junto a los de Eva Braun y Goebbels y su mujer (los dos últimos solo algo braseados) en un lugar cuya localización se mantuvo oculta y tras conservar algunas cosillas.

En 1970 el KGB hizo desaparecer definitivamente todos los restos -que se sepa- quemándolos y arrojando las cenizas al Elba. Hay que tener cuidado, no obstante, con el impulso inicial de maltratar el cadáver del enemigo y deshacerte de él: luego te encuentras con las dudas sobre su identificación (aunque la fotografía ha ayudado mucho) y sin trofeo. Si humillas, además, aumentas el deseo de venganza. Exhibir la presa es fundamental para que se sepa que la has cobrado (y aleccionado). Recuérdense las imágenes del Mono Jojoy de las FARC el año pasado (y que a Tiro Fijo se le dio por muerto en varias ocasiones). En el pasado, se solía llegar a una solución de compromiso: te ensañabas con el cuerpo, al que le podías hacer mil pillerías, y conservabas la cabeza, como testimonio y ejemplo. Fue lo que hicieron en el siglo IX los árabes de Ibn Rustum tras ejecutar a los vikingos que habían asaltado Sevilla: las cabezas de los jefes fueron enviadas a Bagdad preservadas en miel.

Otro líder célebre, enemigo de EE UU, por cierto, del que se conservó villanamente la cabeza, que se exhibió en ferias disecada -fue devuelta a la familia en 1984-, es el Jefe José (Kintpuash), el valeroso caudillo de los indios Modoc, ahorcado en 1873 después de perder su tribu la guerra contra los cuchillos largos. Siempre se ha intentado evitar que los restos del líder caigan en manos del enemigo. No solo por honor: luego siempre puedes decir que ha sobrevivido y un día volverá (hay que ver la que se montó con ese resistente judío llamado Jesucristo); resulta imposible vencer a una sombra. Es legendaria -y la narró el recién desaparecido Ernesto Sábato- la cabalgada de varios días de los hombres del general Lavalle, de Jujuy a Huacalera, con el cuerpo putrefacto del jefe para evitar que se hicieran con él las tropas del general Oribe: al final los fieles soldados decidieron descarnar al amado mando y transportar solo los huesos...

 Fuente: El Pais


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20.9.10

¿Qué le preguntarías a Zahi Hawass?

... por que este Viernes 24 de Septiembre tienes la oportunidad de preguntárselo en persona, ya que impartirá su primera conferencia pública en Madrid, en el Palacio de Congresos... aviso, el acceso es de Paganini (¿un funcionario público egipcio cobrando entradas por la asistencia a una conferencia donde básicamente hablará de su nuevo libro????). Los que seguís este blog de hace tiempo, sabeis que siento una especial repulsa por este personaje, alimentada por desvaríos como este ...
“My Discoveries” in Madrid.
The Secretary General of the Egyptian Supreme Council of Antiquities comes to Madrid. Lecture of “My Discoveries” on Friday, 24th of September 2010, in the Palacio de Congresos Madrid.
Dr. Zahi Hawass, Secretary General of the Egyptian Supreme Council of Antiquities, Egyptian Vice-Culture Minister and one of the most important Egyptologists of our time, will be holding a public lecture for the first time in Spain on 24th of September 2010. Semmel Concerts presents “My discoveries” in the Palacio de Congresos. Hawass, who gained his doctorate in Philadelphia, is highly regarded among experts for his extensive work. His commitment to drawing worldwide attention to Egypt’s history and treasures has made a decisive contribution to the lasting public popularity of Ancient Egypt and the far-reaching cultural significance of this era.
Lecture: “My Discoveries”
Over the course of the approximately 90-minute multimedia lecture, Dr. Zahi Hawass will, in addition to Tutankhamun, take as his subject matter the search for the tomb of Queen Nefertiti, new insights on the tombs in the Valley of the Kings and the exciting research into the tombs of Cleopatra and Mark Anthony. Biographical anecdotes and personal experiences from his many years of scientific activity will round off his presentation. There will be a simultaneous translation into Spanish of this English-language lecture.
“A Secret Voyage” and “Inside the Egyptian Museum”
During his stay in Madrid Dr. Hawass will introduce  his new limited-edition art book “A Secret Voyage”, as well as the newly published museum guide “Inside the Egyptian Museum.
At the same time, the lecture “My Discoveries” announces the start of the special exhibition “A Secret Voyage” - Love, Magic and Mysteries in the Realm of the Pharaohs” featuring 60 large-format photographs from the art book of the same name. The captivating shots of Egyptian monuments and landscapes by the Italian photographer Sandro Vannini can be seen soon in Madrid. The location will be announced shortly.
Dr. Zahi Hawass: “My Discoveries”
Friday 24th of September 2010, 08.00 pm / Palacio de Congresos Madrid
Tickets: Tel: 902 585 125. Ticket price: EUR 12,50,-
Available from all known advance sales outlets and online at: www.entradas.com
Further information: www.drhawass.com
Presented by: Semmel Concerts Veranstaltungsservice GmbH

Recopilatorio de todo lo que he escrito sobre Zahi Hawass, Secretario General del Consejo Supremo de Antigüedades Egipcias



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2.7.10

Entrevista a Valerio Massimo Manfredi

Enseñar y escribir para vivir. Vivir de la historia. La historia como estilo de vida. Todo esto hace que Valerio Massimo Manfredi sea uno de mis referentes vitales (de hecho, me gustaría ser como él): Arqueólogo, profesor de historia en la Bocconi, escritor de novelas históricas de gran acogida popular (que sí, que son best sellers, pero muy bien escritos)...

Vía Citas Latinas (uno de los blogs que más recomiendo seguir, ya que cada uno de los infrecuentes artículos en una joya de erudición), descubro que el diario La Nación publicaba recientemente una extensa entrevista con Don Valerio, así que, a pies juntillas y sin habérmela leído siquiera, aquí os la presento, para vuestro disfrute personal:


Cuando la historia es una gran novela épica

Entrevista en Módena con uno de los reyes de la narración histórica. El autor italiano de la famosa serie Aléxandros habla del fenómeno editorial del género, de sus investigaciones y del lugar que ocupa la imaginación en sus documentados y trepidantes libros

Por Elisabetta Piqué
Corresponsal en Italia - Módena, 2010

El taxi llega a su villa , rodeada por un cuidadísimo parque, luego de media hora de viaje desde la estación de Bolonia, a través de una encantadora campiña llena de duraznos en flor. Valerio Massimo Manfredi, barba y melena blanca, 67 años muy bien llevados, nos espera en la entrada.
Apenas lo reconoce, el taxista, un muchacho joven, sale como una saeta del auto y corre a saludarlo. "Me leí todos sus libros y quería felicitarlo", le dice. Manfredi, escritor italiano que saltó a la fama internacional con la serie Aléxandros , no oculta su satisfacción. Está acostumbrado a este tipo de escenas. Según cuenta a adncultura durante una larga entrevista en su enorme y ecléctica casa de Piumazzo -"hecha a mi imagen y semejanza", según dice-, que se hizo construir hace cinco años en un terreno cercano al de su familia, para él es normal que la gente lo pare por la calle para decirle que ha leído todas sus novelas. En la charla, almuerzo y café de por medio, Manfredi reveló cómo llegó a ser tan conocido en Italia -donde condujo varios programas televisivos de historia- y a ser considerado en el mundo (mal que le pese) una suerte de "rey" de la novela histórica.
La serie Aléxandros , que escribió en 1998, vendió seis millones de ejemplares y fue traducida a treinta y seis lenguas en cincuenta y cinco países. "Escribí la trilogía como en apnea, sin parar nunca para mantener la tensión y la excitación. Escribí mil ciento setenta y cinco páginas en once meses: es una exageración y también una blasfemia, porque una opinión difundida entre los escritores es que debe haber una suerte de maceración... Pero el mío es otro modo de escribir, que hace que uno arrastre al lector en un vórtice", explica.
Manfredi, casado con una estadounidense y padre de dos hijos (Giulia, de 25 años y Fabio, de 22), escribió muchos otros libros exitosos. Y acaba de publicar un thriller político, Los idus de marzo , sobre el asesinato de Julio César. Nacido en Piumazzo, pueblito de la provincia de Módena, en la región de Emilia Romaña, en los años 70 se dio cuenta de que tenía talento para escribir. En ese momento, enseñaba en la universidad Arqueología y topografía del mundo antiguo, tras haber estudiado Letras Clásicas en la Universidad de Bolonia y haberse especializado en topografía del mundo antiguo en la Universidad Católica de Milán. Fueron sus estudios, junto a sus apasionantes viajes y aventuras por el mundo (en Oriente, Pakistán, Afganistán, Irán, Irak, Marruecos, Jordania, etcétera), lo que permitió que fuera madurando en su interior el mundo que luego saldría a flote en sus libros.
-¿Escribía de niño?
-No, de chico leía muchísimo, porque al estar cinco años pupilo en un colegio, tampoco había muchas otras distracciones...
-¿Y leía de todo?
-De todo. Pero me gustaban mucho la aventura, los viajes. Julio Verne, Emilio Salgari, pero también otras cosas. A los 16 años había leído todo Edgar Allan Poe, Dickens. Me gustaba escribir, por ejemplo, las redacciones para la escuela. A los 20 años, como todo el mundo, yo también probé escribir. Justo el otro día encontré en el archivo, poniendo un poco de orden, una carpeta que decía "Intentos literarios". Y hay poesías de cuando estaba en la secundaria. Creo que todos hemos escrito poesías en la secundaria...
-¿Cómo fue el paso hacia la novela histórica?
-A la novela en general, porque yo he escrito de todo. La mitad de mis libros está ambientada en el presente: El oráculo (años 70), La torre de la soledad (años 30), Quimaira (ahora), El faraón del desierto (tercer milenio). Es decir, no tengo límites. Por otra parte, creo que todas las novelas son históricas. ¿Quién puede escribir una novela fuera de la historia? ¡Dios! Empecé a escribir por pura casualidad. Yo hacía unas pequeñas colaboraciones para una editorial de Bolonia. Ellos publicaban sólo clásicos, porque no pagaban derechos de autor... Un día la editora me dijo que iban a sacar una serie de narrativa, pero esta vez original y me preguntó: "¿Por qué no probás vos también? Sé que estás en el Instituto de Historia Antigua". Le contesté que nunca lo había hecho, pero que podía probar. Fue así como escribí una novela (en verdad, la mitad de una novela, porque ellos no querían que superara las 150 páginas) que se vendió bastante bien.
-¿Cuál?
-El título era otro, pero esa novela se convirtió luego en la primera parte de uno de mis libros más exitosos, Talos de Esparta .
-¿En qué año lo escribió?
-Años 70... Entonces me di cuenta de que era capaz de escribir. Y unos años más tarde se me ocurrió otra idea. Estaba excavando cerca de Roma con mis estudiantes de la Universidad Católica de Milán, huésped de mis colegas de la Universidad de Roma. Pensé que quería un editor más grande y sin ningún tipo de límites. La idea de escribir un libro, enviarlo y que después me mandaran la tarjeta amarilla "No entra en los programas editoriales" no me cerraba. Gracias a un amigo que trabajaba en Mondadori, logré obtener una cita con el editor y le planteé que quería exponerle un proyecto editorial. "Sabe, si todos vinieran a exponernos proyectos editoriales, nosotros no haríamos nada", me contestó. "Tiene razón, ya no lo molesto más", le respondí. Mientras me estaba yendo, agregué: "Pero si usted me da cinco minutos, se dará cuenta de que si no me los hubiera dado, no se lo habría perdonado jamás". Él se quedó descolocado. "A ver, escuchemos", me dijo. Y yo empecé a contarle la trama, como si fuera una película, todo pá, pá, pá...
-¿Era Aléxandros?
-No, Aléxandros llegó varios años después. Era Paladión , una historia moderna, con un ritmo infernal, un thriller arqueológico impresionante. Terminados los cinco minutos que habíamos convenido, le dije: "No quisiera aprovecharme de usted". Y el editor me detuvo: "No, no, tómese todo el tiempo que quiera, siéntese por favor". Entonces me di cuenta de que la cosa estaba cerrada... Me hizo hablar durante una hora, y yo también inventaba mientras hablaba, porque ni siquiera había hecho un esqueleto de la novela. Al final me dijo: "Es una historia fantástica, pero quién sabe cuándo usted la va a escribir". Le contesté: "Este verano, y si mientras tanto usted también me hace un contrato, voy a estar aún más contento". Fue así como salió esa novela, que fue un éxito.
-La primera novela con Mondadori.
-Sí, y después siempre me quedé en Mondadori.
-¿Por qué se leen las novelas históricas?
-Creo que la gente lee lo que le gusta, lo que considera lindo y apasionante. De qué tema se trate es un problema secundario. Como dije antes, no existe una novela que no sea histórica porque ¿cómo se hace, si no, para ambientarla? Para mí, más que la novela histórica, lo que fascina es la Antigüedad. La Antigüedad fascina porque vivimos en una dimensión cada vez más aleatoria, en una situación en la que prácticamente el ser humano, el individuo, es como una hoja al viento. Ya no hay más ideologías, no hay más creencias. La religión sufre por varios motivos. No hay más un punto de referencia: la globalización ha roto todos los obstáculos, todas las separaciones, pero también todas las formas de contención. Si uno va al pueblo a comprar algo, hay cosas chinas. Ya no existe el mundo al que estábamos acostumbrados y las personas tienen la impresión de no ser importantes. Las sociedades son cada vez más grandes y el individuo está cada vez menos presente o es cada vez menos tenido en consideración. Por ejemplo, Internet y el hecho de que todos quieran ser visibles en la Red, que todos quieran comunicarse, es una señal. No quieren estar en la oscuridad. La Antigüedad aparece como una dimensión en la que todavía había espacio para el individuo, el misterio, la aventura, para expandir la propia personalidad. Hoy la gran mayoría de las personas lleva una vida que no tiene ningún sentido: se levantan a la mañana, van a trabajar, hacen lo mismo todos los días, vuelven a la noche a su casa, encienden el televisor y se van a dormir. Esto, trescientos días al año. Y cuando se toman las vacaciones, van a los mismos lugares a hacer lo mismo que hacen todos. Por eso la Antigüedad es another time , another place , un lugar donde de algún modo todo era posible y todo era imposible. De hecho, podía suceder que un muchacho de 21 años como Alejandro tuviera el mundo de rodillas, frente a él, a la edad de mi hijo, a quien mi mujer todavía persigue diciéndole: "Comé la banana". Y también está la cuestión del exotismo y la curiosidad por dialogar de alguna manera con los propios antepasados. Hay muchos aspectos que ayudan.
-¿Quizás también ayude el hecho de que ya no existe una épica moderna?
-La épica no existe más. La épica fue el cine por un cierto período de tiempo. Pero también ahí estamos en las últimas fronteras. Sí, está Avatar pero después de Avatar, ¿qué se puede hacer?
-¿La vio?
-Sí, el distribuidor para Italia, que es muy amigo mío, quiso que yo estuviera en el estreno.
-¿Le gustó?
-Bueno... Es un film extraordinario desde muchos puntos de vista. Pero su importancia es que uno se da cuenta de que hemos llegado a un punto en que ya no hay nada imposible. La verdad es que ahora ni siquiera recuerdo la trama de Avatar , me acuerdo más de los pitufos. Las películas que me sé de memoria son Blade Runner , de Ridley Scott, 0 The Blues Brothers , o Matrix , el primero, o El Padrino . Es decir, ese tipo de películas que te quedan impresas porque están construidas de manera potente, con densidad sentimental, emotiva, con potencia expresiva. Es ése el tipo de películas que recuerdo. Avatar es una orgía óptica pero no me convence.
-¿Y cuánto de aventura y cine hay en sus novelas?
-En una novela hay de todo. El objetivo principal de la literatura es transmitir emociones y, a través de las emociones, también mensajes. Deriva justamente del hecho de que tenemos una mente que es mucho más grande que nuestra vida. Una mente que tiene capacidades infinitamente superiores a nuestro destino personal. Salgari, por ejemplo, que es uno de los más grandes escritores de aventura italianos, no se movió nunca de Turín. Sin embargo, ambientó sus novelas en todo el mundo porque era capaz de soñar, de inventar, de imaginar. Para que la emoción se transmita, todo debe parecer auténtico, aun si no lo es, aun donde no lo es. Por eso la perfección de los detalles, de los ambientes, de las situaciones es fundamental, si no, se rompe la magia.
-¿Hay reglas en cuanto a la imaginación histórica? ¿Cuál es el equilibrio entre la imaginación histórica y la ficción o la invención?
-La imaginación es ficción. Si nosotros hablamos de una novela, prescindiendo del período en que está ambientada, porque no cambia nada, siempre es imaginación. El otro día presentaba Los idus de marzo en Estados Unidos y en un momento me preguntaron cuánto hay de auténtico y cuánto de imaginación. Y es todo imaginación, si bien todo lo que cuento ha ocurrido en la realidad. Porque cuando habla César y hay un diálogo entre él, y por ejemplo, su mujer, o entre él y Cleopatra, soy yo el que habla. ¡No es él, no es Cleopatra, soy yo el que habla! De lo que realmente dijo César en su vida tendremos poquísimas frases que nos han llegado. Por lo tanto, es todo imaginación. Al mismo tiempo, digamos que mucho de lo que sucede en las páginas de la novela realmente ha sucedido. ¡Es otra dimensión! La historia con H mayúscula es el intento colectivo de la humanidad de construir una memoria común. La memoria después se transforma en identidad, algo de lo que tenemos una necesidad absoluta. Nadie puede vivir sin memoria, nadie puede vivir sin identidad. Pero sustancialmente hay dos dimensiones: la cronológica (esto pasó antes, esto pasó después) y la "política" (esto pasó debido a esto y tuvo estas consecuencias). La literatura tiene una tercera dimensión que es la de la vida, de los sentimientos, de las emociones, del terror, de la ansiedad, del amor. Tiene la capacidad de recrear ambientes. Ninguna página histórica mueve sus personajes en una situación ambiental de la misma forma, de modo unitario. Tenemos, por ejemplo, textos especializados que hablan de la vida cotidiana de Roma en el siglo I. Pero si hablamos de César, es todo un discurso, a nivel histórico, político, ideológico y cronológico. Son dos formas expresivas totalmente distintas.
-¿Como investiga los temas?
-Bueno, en literatura la investigación es bastante esencial pero no es tan radical, profunda y abarcadora como en el campo científico y es muy distinta de la que se hace en el ámbito histórico y científico. Por ejemplo, nada de lo que se cuenta en mi novela La torre de la soledad es verdadero, pero es una de las novelas que más me gustan. Tomemos la Odisea , que es para mí la novela más grande de todos los tiempos: nosotros sabemos bien que los cíclopes no existen, que las sirenas no existen, que los monstruos no existen, pero sin la Odisea seríamos mucho, mucho más pobres. Porque ahí el tema es otro: es contar la historia de un hombre en el que todos nos reconocemos. Cada uno de nosotros se reconoce en el protagonista de la Odisea , en esa ansiedad de ir siempre más allá, de perseguir un horizonte que se aleja cada vez que tratamos de acercarnos. El hecho de querer ir lejos pero también querer volver, las contradicciones del hombre, sus sentimientos, que son contradictorios pero que son el sentido de la vida, la sal de la vida. En suma, la investigación tiene como fin sobre todo dar un ambiente que sea auténtico. Si yo planto una banana en el jardín de Julio César, ya está, no es más algo creíble, no tiene más sentido, se descubre enseguida lo falso.
-Y para Los idus de marzo, ¿cuánto tiempo de investigación necesitó?, ¿qué documentación?
-Son cosas que conozco, por lo que se trata sobre todo de fórmulas de control. Es decir, yo voy a controlar si efectivamente tal día Cicerón estaba presente en Roma, o si Cleopatra estaba tal noche en la villa de César del otro lado del Tíber... Porque todo lo que es posible restituir a su autenticidad tiene que estar. Después, está la libertad del escritor de representar a los personajes de modo creíble, pero desde el punto de vista de la vida. O sea, el lector en ese momento puede asistir a un encuentro de los conjurados en una casa de Roma, de noche, a las dos de la mañana; puede asistir a las discusiones, observar las rivalidades, los distintos puntos de vista, los miedos de los unos, las decisiones de los otros... Y todo esto es imaginación, aun si es plausible. Por otra parte, tampoco en la historia existe un confín neto entre imaginación, literatura y expresión histórica. El discurso de Pericles sobre los caídos, llamado Epitafion , del primer año de la Guerra del Peloponeso, es considerado una de las piezas más altas tanto de la historia como de la literatura porque, por un lado, es el manifiesto de la democracia ateniense, y por otro, su fuerza y su potencia expresiva son extraordinarias. Si leo una obra literaria ambientada en un determinado período histórico, absorbo también una cantidad de elementos que son parte del ambiente de esa época, pero que nunca veo juntos en una página de historia. Por ejemplo, en este momento está ocurriendo una cosa: hay una entrevista, yo estoy vestido de un cierto modo, ésta es una alfombra hecha de tal otro modo, hay un cuadro en la pared, hay un fotógrafo que está sacando fotos, estamos tomando un café, que fue hecho de tal modo, etcétera. Son los elementos que forman la realidad. Nunca están todos juntos en una página de historia, sino que sólo están en una página de literatura, y es ésa la magia, la fascinación... ¡Es la vida! ¿Nosotros qué queremos de la literatura? Queremos esa vida que nuestro destino personal no nos ha concedido. Por eso soñamos de noche y soñamos también de día. La investigación, si uno quiere, se la puede mandar a hacer a un muchacho del tercer año de la universidad. Le da tres mil euros y le dice: "Controlame estas cosas". Si es diligente y no es un estúpido, lo hace. Pero ser un escritor exige una cosa que se llama talento, que no se puede aprender. O se lo tiene o no se lo tiene. En eso reside la capacidad de cautivar a las personas, de transmitir emociones.
-¿Con cuál de todas las novelas que escribió se divirtió más?
-Más que diversión escribir es siempre una fatiga... Una de las novelas que más amo es El oráculo , que está ambientada en la Grecia de los años 70, durante la dictadura de los coroneles. Yo estaba en Atenas durante la noche del asalto al Politécnico... La historia está infiltrada por una profecía del undécimo libro de la Odisea , es decir, una profecía de dos mil setecientos años, que en un momento es lo que da el sentido del misterio y de la imaginación, lo que da el sentido de todos los hechos. Esto sólo puede suceder en una historia imaginada, inventada, construida, donde existe la posibilidad de combinar de todo, de crear todos los elementos posibles, que pueden recrear completamente el mundo. Eso es lo que hace que el lector se encuentre dentro de la novela y no afuera. Como en una página histórica, en la que el lector también está fuera de los sentimientos y de las emociones, porque debe él mismo, como el historiador, intentar acercarse lo más posible a una posible verdad. ¿Qué pasó realmente? Sabemos que la verdad es un concepto abstracto. Cada uno de nosotros tiene su punto de vista sobre la verdad. La historia tiene la carga de la prueba, mientras que la literatura, no. En literatura uno habla como si fuera el único testigo existente de lo que está contando. Después, está en su honestidad intelectual crear un mundo donde existen las emociones, que son protagonistas, y al mismo tiempo, un mundo que él, en su alma, siente que es el más cercano posible, de todos modos, a una verdad. Pero es otro registro, es otra forma expresiva.
-¿En qué sentido?
-Cuando Tucídides escribe la Guerra del Peloponeso , que marca el inicio de la historiografía moderna, dice: "Olvídense de los poetas, ellos escriben por el placer del auditorio, de la gente que los escucha, ellos escriben para entretener; lo que escribo yo es un patrimonio para siempre, porque yo soy testigo de las cosas, yo les digo lo que realmente sucedió". Aunque después esto no sea cierto, porque existe lo que llamamos "crítica de las fuentes", que es un sistema muy sofisticado para analizar cualquier tipo de testimonio y tratar de extraer todo lo que es atendible y lo que, en cambio, es un punto de vista, también quizá muy personal, de la fuente que estamos leyendo. Por eso, al final, se trata de mundos que no se pueden separar con una línea neta. Reitero, no importa el tipo de ambientación. Cualquier ambientación es posible en literatura. También en el futuro. Las cosas no cambian por eso. ¿Por qué nacieron la épica, el teatro, la poesía, la ópera, el cine? Porque nos ofrecen vidas que nosotros nunca hubiéramos podido vivir, pero que queremos vivir. Cuando íbamos al cine de chicos, salíamos y enseguida cada uno quería ser en el juego el héroe que había visto en la pantalla. Imitábamos su modo de comportarse, de hablar, de empuñar la pistola. ¿Por qué? Porque en esas dos horas cada uno de nosotros se había convertido en el héroe que veía en la pantalla, así como cuando uno lee la Odisea , se convierte en Ulises. Ésa es la fuerza de este modo de narrar. Nosotros necesitamos de la memoria y de la identidad, pero también necesitamos de la emoción. Porque una vida sin emociones es una vida sin sentido.
-Usted dirigió una colección en la que eligió a escritores para que novelaran todo Roma...
-Sí, el editor eligió buenos escritores y cada uno tomó un argumento principal de la historia de Roma. Yo participé en el proyecto general y es algo que está funcionando bien. Son cosas que, si están bien hechas, ejercen siempre mucha fascinación.
-¿Ahora en qué está trabajando?
-El año pasado trabajé mucho para el cine, un gran proyecto internacional, una trilogía épica que está en fase de guión... Pero veremos, son proyectos enormes.
-¿De qué se trata?
-Lamentablemente no puedo decir más que eso. La producción en su momento anunciará la cosa, porque son proyectos tan complejos, difíciles y costosos que es mejor no hablar. Para mí fue una experiencia extraordinaria. Lo más extraordinario fue indagar sobre un período, una época y una situación que conocía en la medida en que cualquier persona de cierta cultura conoce esas cosas, pero en las que nunca había ido a fondo. Ahí sí que tuve que estudiar a fondo, porque si uno quiere tener una competencia aceptable en cualquier campo, debe especializarse, si no, es imposible saber todo.
-¿Entonces no está escribiendo ninguna novela ahora?
-No. Mi última novela fue Los idus de marzo, que presenté en Estados Unidos hace unas semanas.
-Una novela que es muy actual...
-Sí, es un thriller político. Yo me quedé fascinado por el componente caótico de la historia. Es una ilusión creer que el ser humano puede forjar su propio destino. Puede hacer mucho, pero al final se le escapa. Puede pasar cualquier cosa. Basta un terremoto, o pensemos en el avión que se cayó con el presidente y medio gobierno de Polonia... Ése es un aspecto caótico de la historia. Nadie podía esperarse algo parecido. En Los idus de marzo yo me di cuenta de que en los últimos veinte minutos, pasó de todo. Yo hice mis cálculos y diez minutos antes de que se diera el primer golpe de puñal, los conjurados estaban listos para matarse. Pero después pasó otra cosa, una estupidez, y eso es muy fascinante. El hecho de que llega cierta noticia, o de que uno interpreta de una cierta manera una mirada, hubiera podido cambiar el curso de los hechos, también de los nuestros, y hubiera podido cambiar nuestra vida de hombres de hoy. Eso es fascinante. Además, hay algo siempre actual, que es cuánto el hombre está dispuesto a pagar en términos de libertad para tener paz, prosperidad, tranquilidad; para olvidar el horror, las venganzas, los asesinatos, las ejecuciones sumarias. ¿Cuánto pesa el miedo en el plato de la balanza? Y el rol de hombres especiales como lo fue César. Un hombre que dice: "Aquí alguien tiene que poner fin a las guerras civiles porque si no, todo este mundo terminará", y tenía razón. Muchos años después Tácito, hablando de la "pax Augustea", dirá tranquillitas non libertas (tranquilidad, no libertad). Pero también es cierto que seguimos viendo cosas tan tremendas como esos padres a quienes les devuelven el cadáver de un hijo de 20 años, uno de esos chicos que caen en Bagdad o en Afganistán... ¿Cuánto estamos dispuestos a pagar para que esto no sea más necesario? Son problemas eternos. César estaba convencido de que era el hombre justo para poner fin a todo eso. Pero para lograrlo era necesario un poder casi absoluto, nadie sabe por cuánto tiempo. Él se metió en un camino sin retorno, dijo "Ahora o nunca más. O lo hago yo o será el fin".
-¿Qué diferencia hay entre su Idus de marzo y lo que hizo Shakeaspeaere?
-Que Shakespeare es un genio y yo no [risas]. Yo soy una persona dotada de alguna capacidad de imaginación, de intensidad de sentimientos y de capacidad emotiva, pero Shakespeare era un gigante, como Dante Alighieri. Dante siempre me impresionó porque escribió una carta a su protector Cangrande della Scala que dice :"Yo vi en serio las cosas que escribí". Lo cual obviamente no es cierto porque Dante no fue al infierno ni al purgatorio ni al paraíso... Esperemos de todos modos que exista el paraíso, porque se lo ha merecido. Su mente, su potencia imaginativa lo hicieron real. Nunca me olvido de una frase del film Matrix , el primero: "Your mind makes it real" (Tu mente lo hace real), no hay nada más cierto... ¿Cuántas veces a la una o la dos de la mañana, mientras escribo en la oscuridad, con la música, se me llenan los ojos de lágrimas, o siento terror y tengo que parar, mirar un poco de televisión e irme a la cama? ¿Por qué? Porque uno se autosugestiona y es el modo con que uno puede comunicar emociones a la gente. Esto queda confirmado por el hecho de que la gente me para en la calle y me dice: "Leí todo lo que usted escribió", y las ediciones económicas de mis novelas son reimpresas cada cuatro o cinco meses en Italia y también en el exterior.
-¿Cómo es su rutina?
-Lo ideal sería sentarse a escribir cuando uno tiene ganas. Pero en la realidad la vida es distinta. Existen empresas con miles de empleados que ponen en pie toda una maquinaria y uno no puede hacerse la estrella de Hollywood. Existe también un aspecto profesional por el cual, si uno se compromete a entregar el libro tal día, hay que tratar de cumplir. Dicho esto, uno logra desarrollar la capacidad de sumergirse repentinamente adentro de una gran aventura como si no hubiera pasado nada. Yo prefiero trabajar de noche.
-Es un pájaro nocturno...
-Sí, todas las mañanas hago una hora de gimnasia, después leo los diarios, los mails, respondo mensajes, llamados. De tarde estudio, me preparo, pero para la narrativa trabajo de noche. Para los ensayos no, escribo de mañana o en la tarde. Como estoy firmemente convencido de que mis lectores esperan de mí una gran historia y emociones fortísimas, no estoy dispuesto a escribir una página que no merezca ser escrita. Por eso, tengo que trabajar en condiciones ideales. Yo no podría nunca trabajar en un hotel o en una estación. Puedo hacer trabajos de corrección o revisión de cosas ya escritas. Pero nunca lograré componer en un avión, en un tren o en un no lugar.
-¿Y escucha música clásica o de qué tipo mientras escribe?
-No, no. La música clásica es tan importante que termina por distraerte. Uno piensa en Beethoven y no piensa en la historia...
-¿Radio?
-No, son músicas ambientales. Tengo una persona que me hace especialmente unas compilaciones de diversas músicas. Me di cuenta de que para mí la música era vital, fundamental y conocí casualmente a una persona que se ocupa de eso y que elige las músicas. Yo ni siquiera sé lo que estoy escuchando, ella me prepara cosas extraordinarias, la alfombra narrativa: música de suspenso, de terror, patética, etcétera. Es la banda musical de mis sueños o de mis pesadillas.
-Si usted llega a un capítulo dramático, ¿ella ya sabe?
-Cuando yo empiezo a escribir, mi historia ya existe. Entonces le digo: "Mirá, voy a necesitar sustancialmente estas atmósferas", y ella me crea eso y me manda los CD.
-¿Fuma?
-Fumo dos cigarrillos por día.
-¿Cuáles son sus escritores preferidos contemporáneos? ¿Autores de novelas históricas?
-No leo novelas históricas, sino que leo de todo. Hace poco leí La elegancia del erizo . Pero también leo a Saviano, a Valerio Evangelisti, a McEwan... Leí mucha literatura del siglo XIX. A menudo releo los clásicos: Tolstoi, Dostoievski, Manzoni, Verga. Lamentablemente, en los últimos tiempos escribo más de lo que leo.
-Para terminar, usted dice que todas las novelas en verdad son históricas, pero ¿es menos artista un escritor de novelas históricas?
-Depende. Hay escritores que tienen un buen conocimiento de una determinada época y piensan que eso es suficiente para ser escritores. Y hacen ese híbrido que yo no amo mucho y que llaman historia novelada. En realidad, son personas que no tienen la capacidad de inventar una historia, por lo cual, como la historia ya está hecha, la cuentan como una ficción. Eso es un tipo de literatura menor, sin duda, porque no hay creatividad. Pero, por ejemplo, la literatura italiana moderna comienza con Los novios , de Alessandro Manzoni, que es una novela histórica y una obra maestra. ¿Por qué? Porque existe una historia que imaginó él, pero también existe la descripción de hechos reales, por ejemplo la peste de Milán, que es algo como para quedarse sin aliento. Ahí está la potencia creativa de un gran genio, que toma un hecho histórico y lo transforma en una visión onírica, de pesadilla, de una potencia devastadora. El dónde y el cuándo son relativos, lo importante es que salga una gran historia, que apasione, que cautive, que encante.


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22.6.10

Bufff (2)

El Verano recién inaugurado se presta a todo tipo de noticias y polémicas jocosas. Una de ellas será, sin lugar a dudas, la relacionada con el remake de Cleopatra, protagonizado por Angelina Jolie. Para ir cocinando convenientemente el asunto, y que podamos comentar el tema en semanas sucesivas, ahí va una nueva entrega del culebrón, ahora con tintes étnico- estéticos... y que os confirmo que no tiene la más mínima base científica...

Angelina Jolie, "demasiado blanca y guapa" para encarnar a Cleopatra

En Hollywood no llueve a gusto de todos. Diversos portales y blogs afroamericanos echan humo después de que se confirmara hace unos días que Angelina Jolie se convertirá en Cleopatra, en una nueva película sobre la reina de Egipto. ¿La razón? Es “demasiado blanca” para interpretar a la famosa faraona.

Según recoge el diario Examiner, la revista Essence, destinada a la comunidad negra, se pregunta en uno de sus artículos: “¿Otra actriz blanca para interpretar a Cleopatra?”. "Honestamente, no me importa lo gruesos que sean los labios de Angelina, cuántos niños africanos haya adoptado o cuánto bronceará su piel para la película, pero creo firmemente que este papel debería haber sido para una actriz negra", dice el arítuclo.

"¿No estaban Vanessa Williams, Halle Berry o Thandie Newton disponibles para el casting ese día?", añade. "¿Por qué Hollywood sigue dando a actrices blancas papeles que serían más apropiados para actrices negras? Especialmente cuando el papel es el de una reina africana".

Otra de las razones que argumentan estos blogs es que Jolie es demasiado atractiva para interpretar a Cleopatra. “Ella era bajita y gorda”, explica la revista Clutch. Sin embargo, no todo son críticas hacia la elección de Jolie. El escritor Stacy Schiff, autor del libro Cleopatra: una vida, cree que Angelina "es perfecta para el papel. Le veo ganando un Oscar por ello. Físicamente tiene el look perfecto".

PS: ¿Por qué será que todo lo que suele rodear a la última de los Ptolomeos tiene siempre un tufillo a revista del corazón?

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13.6.10

Bufff...

Sin comentarios...

Angelina Jolie, camino de ser la nueva Cleopatra



Aunque por ahora los representantes de la actriz más popular de Hollywood no han confirmado ni desmentido los rumores que señalan a Angelina Jolie (Los Ángeles,1975) como la próxima Cleopatra cinematográfica, el editor del libro en el que se basará la película ha asegurado que la mujer fatal del cine ya ha estampado su firma para hacer suyo ese papel.
Así lo asegura la revista US Weekly, que confirmó a través de Michael Pletsch, presidente de la editorial Little Brown, que el poderoso productor Scott Rudin adquirió los derechos del libro Queen of the Nile: Cleopatra, a life"(la reina del Nilo: Cleopatra, una vida) de Stacy Schiff, que se publicará el próximo noviembre.

Aunque en el mundo del cine todo puede modificarse en el largo proceso que va de las buenas intenciones a la realización de una película, por ahora

Rudin ha puesto en marcha el proyecto con Jolie como protagonista, dándose por supuesto que si todo sigue como está previsto, ella también participará en el desarrollo del guión y la elección del director y el resto del elenco.

Si bien por ahora no hay mención alguna de quien podría encarnar a Marco Antonio, la propia Schiff ha sugerido que su opción ideal sería Brad Pitt, lo cual, de concretarse, alentaría las comparaciones entre la labor de Jolie y la de Elizabeth Taylor, quien en 1963 encarnó a Cleopatra en la película que casi manda a la quiebra a la 20th Century Fox.

En la problemática producción, que fue en ese entonces la más cara del cine, Marco Antonio fue interpretado por Richard Burton, el que poco después se casaría con Taylor por primera vez. Schiff ha sugerido que si Jolie hace las cosas bien podría merecer una nominación al Oscar por su encarnación de Cleopatra, algo que Taylor no pudo lograr. Su Cleopatra obtuvo nueve candidaturas y ganó cuatro estatuillas.



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4.4.10

Una de libros de romanos...

En el diario El Pais se han hecho eco de la reciente eclosión editorial de temática clásica. Aunque se dejan algunos títulos notables, la recipilación de novedades es interesante:

Las águilas vuelan alto

Escipión, Pompeya, los gladiadores, las legiones, el sexo... Los libros sobre Roma proliferan. Este es un recorrido por algunos de los mejores títulos recientes y opiniones de varios de sus autores sobre el auge literario y la fascinación que ejercen los romanos.

Nada mejor para simbolizar el auge de los libros de romanos, que nos ofrecen legiones, césares, bárbaros, gladiadores (¡cómo no!) y hasta una novela sobre la que según su autor acaso sea la primera mujer maltratada documentada en la historia -la esposa de Adriano, Sabina (La emperatriz amarga, de Manuel Francisco Reina, Roca editorial, 2010)-, que empezar por un triunfo, la celebración por excelencia de la victoria en Roma. O mejor, dos triunfos.

Uno es, claro, el merecidísimo de Escipión el Africano en La traición de Roma (2010), el título que cierra la exitosa y monumental trilogía de Santiago Posteguillo sobre el personaje. En un pasaje de la novela, una novela como las dos anteriores llena de episodios sobrecogedores -las cargas de los catafractos sirios y los elefantes del ejército de Antíoco III en Panion y Magnesia, el paseo de Catón tras la batalla de Emporiae rematando guerreros iberos con su gladio, la maldición del rey númida Sífax contra Escipión mientras lo precipitan desde la roca Tarpeya ("¡Malditooooo...!")-, asistimos desde primera fila (privilegios del lector de narrativa histórica) al desfile triunfal del Africanus, vencedor de Zama, un verdadero espectáculo: el general con la cara pintada de rojo en un carro militar, los valerosos legionarios, los cautivos, el botín... el kit completo vamos. "¿Las razones del éxito de mi trilogía? Roma somos nosotros mismos y por eso nunca deja de interesarnos", reflexiona Posteguillo. "En plan reivindicativo déjame decir que ya era hora de que relatásemos la historia de Roma desde aquí: no fuimos precisamente una esquina del imperio. A la gente le ha gustado eso, una novela de romanos escrita por un español. Y escrita con atención a los hechos acaecidos en Hispania; y con un lenguaje asequible, no simplón pero tampoco rebuscado. ¿Licencias? Es una novela, pero cuando pinto a Catón cruel hay que recordar que se jactaba de haber destruido una ciudad ibera por cada día que pasó en Hispania. Y cuando muestro el encuentro legendario entre Escipión y Aníbal en Éfeso lo hago verosímil". Posteguillo avanza que trabaja en otra larga historia de romanos, en época imperial, sobre otro gran personaje.

El segundo triunfo, en realidad un abanico de ellos, una documentadísima historia de esa singular celebración de las victorias bélicas tan importante durante mil años de vida romana, es el del libro de Mary Beard El triunfo romano (2009), en el que la simpática catedrática de Clásicos en Cambridge analiza el fenómeno con la amenidad y profundidad que la caracterizan. El triunfo, del que se realizaron más de trescientos y que se convirtió en el modelo de conmemoración del éxito militar en Occidente, es, nos dice Beard, un elemento fascinante de la cultura romana y que está lejos de haber sido entendido del todo. Por ejemplo, una imagen como la que Postiguillo describe en su novela y que a todos nos suena como la más habitual en un triunfo, la del general victorioso en su carro con un esclavo detrás recordándole su condición mortal, está acreditada sólo en contadísimas ocasiones.

Beard explica en su libro cosas sensacionales: en la colosal celebración de Pompeyo Magno se habría exhibido un busto del propio vencedor realizado enteramente con perlas (Plinio el Viejo, ese cascarrabias, apuntó cáusticamente que el desfile fue "una derrota de la austeridad y un triunfo del lujo"). Entre los soberanos y enemigos destacados obligados a desfilar en algún triunfo ante currum, delante del carro del general, figuran Yugurta y Teutobodo (en los de Mario), Arsínoe -hermana de Cleopatra-, Juba y Vercingetórix (en los de César), Tusnelda, esposa de Arminio (en el de Germánico), Simon Bar Giora (en el de Vespasiano y Tito) o Zenobia (en el de Aureliano): tanta nomina, que diría Tito Livio. En cambio, Lucio Vero tuvo que recurrir a un grupo de actores para representar monarcas en su triunfo porque, pobrecillo, no había apresado ninguno de verdad. Cleopatra se escapó de la humillación gracias a los áspides, así que Octavio hizo desfilar a una estatua de la reina egipcia.

Entre los casos más curiosos que señala Beard está el de Publio Ventidio Baso, que, originario de Piceno, desfiló de niño como prisionero en el triunfo de Pompeyo Estrabón tras la guerra social y después lo hizo ¡como vencedor! en el triunfo que se le dedicó al derrotar a los partos. Si desear demasiado un triunfo -como hace el Escipión Africano de Posteguillo- era sospechoso, también estaba mal visto no quererlo. No obstante se consideró honorable que lo rechazara el cónsul Marco Fabio Vibulano, por el pesar que sentía a causa de la muerte del otro cónsul y de su propio hermano en la campaña en que había obtenido la victoria.

Del triunfo a un aspecto menos sublime del mundo romano: las letrinas. Del asunto de los lavabos en tiempo de los césares, largamente evitado por el mundo académico, se ocupa una obra tan asombrosa como Latrinae et foricae (2009), del arqueólogo Barry Hobson. Pormenorizado estudio con una amplia investigación sobre el terreno (!), el libro explica los diferentes modelos y usos, y explica cosas tan curiosas como que los romanos generalmente evacuaban, con perdón, sin nuestra necesidad de privacidad, y mientras lo hacían podían conversar y atender, ajenos al pudor, los asuntos mundanos. El mobiliario más extendido al efecto eran los retretes públicos conocidos como foricae, largos bancos con múltiples agujeros, que se encuentran en prácticamente todo el mundo romano. El libro, en inglés, recuerda el único caso de un emperador asesinado en una letrina, Heliogábalo, por su -poco delicada, hemos de convenir- guardia pretoriana.

En Pompeya (2009), de la propia Mary Beard, encontramos también información sobre este apremiante tema. En la ciudad sepultada por el Vesubio se han estudiado 195 ejemplos de excusados, y se han investigado los parásitos intestinales hallados en las letrinas (¡qué dura es a veces la arqueología!). Los retretes de las casas se encontraban habitualmente en la cocina y no disponían de puerta. Para limpiarse, los romanos usaban una esponja con mango y es célebre -Beard lo recuerda- la anécdota del prisionero germano que en tiempos de Nerón, antes que ser esclavizado, prefirió ahogarse metiéndose por la garganta dicho instrumento (que en su bárbara inocencia habrá confundido con vete tú a saber qué). Los legionarios en campaña empleaban musgo.

Pompeya es un interesantísimo paseo por la ciudad (esta sí realmente eterna). De lo minúsculo (las lironeras, donde los lirones eran criados como los hámsteres hoy, aunque luego los pompeyanos se los comían salpicados con miel y semillas de amapola, como atestigua el recetario de Apicio) a la estructura urbanística (había calles peatonales) o el clientelismo político y la corrupción, pasando por los sutiles mensajes eróticos ("aquí follé yo", en un grafito) y la omnipresencia iconográfica del falo. Pompeya no es sólo el libro más apasionante e iluminador y entretenido que puede leerse sobre la ciudad (y su catástrofe, cuando el cielo se puso negro a mediodía y los cerebros de la gente agonizante se cocieron en sus cráneos por el efecto del flujo piroclástico) sino que ofrece una revisión sobre la idea misma que tenemos de la urbe enterrada.

Para Beard, Pompeya no es la "ciudad congelada en el tiempo" del tópico, sino "un lugar mucho más intrigante y sugestivo". Una ciudad que aquel día del año 79 no sólo estaba lejos de vivir un momento habitual sino que se enfrentaba a una emergencia: una ciudad en fuga, convulsionada. O sea que cuando la visitas no estás paseando por una ciudad romana normal. En buena medida, advierte la historiadora, Pompeya es una ciudad después de que sus habitantes hicieran el equipaje, echaran la persiana de sus negocios y salieran por piernas (la mayoría se salvaron). Además, en realidad los edificios aparecieron en un estado ruinoso, como si hubieran sido bombardeados (y de hecho buena parte de la ciudad lo fue de verdad luego durante la II Guerra Mundial) y lo que vemos hoy es una reconstrucción. Beard investiga también el tema de los burdeles pompeyanos, y el de los gladiadores ("ídolos de las nenas"), y extrae interesantísimas e imprevistas conclusiones...

"Lo sorprendente con el mundo clásico es que cada generación siente que está descubriendo la antigüedad por primera vez", dice Beard en conversación con este diario. "En los sesenta y setenta fueron extremadamente populares los libros de Michael Grant y Robert Graves, como en el XIX fue Los últimos días de Pompeya, de Bulwer Lytton. El mundo antiguo nunca ha perdido su poder de atraernos, pero cada vez la gente se siente concernida de una manera especial y encuentra cosas distintas y nuevas". Para Beard la novela histórica tiene una capacidad "formidable" de transmitir información. "Los propios romanos ya sabían que la frontera entre historia y ficción es muy borrosa. A menudo la ficción es excelente para devolver la vida al mundo romano y mostrar cómo era. Los libros de Robert Harris sobre Cicerón, por ejemplo, son muy buenos. Y el cine, bueno, Roma ha sido la coartada para alguna burda pornografía, como Calígula, y de hecho durante al menos doscientos años se ha usado la antigüedad como excusa para mostrar carne desnuda, pero hay cosas estupendas, Yo, Claudio, Gladiator. Cuando son buenas, las películas son muy buenas".

Del ensayo regresemos a la novela. Tenemos una auténtica legión de títulos recientes, y valga lo de legión porque la inmensa mayoría se inscriben en un marco bélico. A mí personalmente me ha hecho disfrutar mucho Traición (2009), de Anthony Riches, que trata sobre un joven oficial patricio cuya familia ha sido exterminada por Cómodo y que encuentra refugio en una cohorte auxiliar en el muro de Adriano, en Britania. Personajes muy bien trazados, intrigas, el ambiente rudo y violento de las legiones perfectamente reflejado, combates que te dejan con la boca abierta, y muchos fuerza y honor, que diría nuestro general (y gladiador) favorito, Máximo. Fuego en Oriente (2009), de Harry Sidebottom, la primera entrega de una nueva serie de romanos, una trilogía, que propone Edhasa (por cierto, está a punto de aparecer la nueva novela de la serie de Scarrow sobre el centurión Cato ¡y se titula El gladiador!), nos lleva al otro extremo del imperio y a otra época, menos habitual, el siglo III. "Un periodo del que se sabe tan poco que nadie podrá demostrar que estoy equivocado", bromea el autor, profesor de historia antigua en Oxford. La novela es ágil, emocionante y bien documentada y sobre todo cuenta con un carácter estupendo: Marco Clodio Ballista (sic), el protagonista, un hérulo, un germano, un bárbaro incorporado al ejército romano en el que ha alcanzado la más alta dignidad, dux ripae, y al que envían como comandante a la guerra contra los persas sasánidas. Muchas cosas interesantes: el ruido de la spatha (la espada larga) al entrar en un cuerpo, "como el de cuchillos cortando repollo"; la imagen de los ejércitos de Sapor resplandecientes y amenazantes bajo el sol, con su estandarte de guerra y su poderoso ariete...

Algo más allá, en el siglo IV transcurre la interesantísima La profecía de Jerusalén (Edhasa, 2010) de la historiadora Margarita Torres, que debuta en la novela con este thriller histórico centrado en el general Flavio Teodosio, un célebre y aguerrido militar que fue el padre del emperador Teodosio, nacido en Hispania. Con Gobernador imperial (2010), de George Shipway, regresamos a un escenario (Britania) y un tiempo (el de Nerón) más habituales -sobre todo en los autores británicos-. El protagonista es el general Suetonio Paulino al que el emperador le encomienda consolidar la conquista de la díscola provincia y que deberá enfrentarse con la revuelta de la reina Boadicea. La escena en que el legado desembarca al frente de sus legionarios en la isla de Mona y se enfrenta al horror de los sacrificios humanos de los druidas es de las que no se olvidan. Unas palabras sobre Shipway: es el autor de Lanceros, aventuras en la India colonial, y fue él mismo teniente coronel de la Caballería Real India (se enroló para poder jugar al polo). Sertorio (2009), del portugués Joao Aguilar (autor de Viriato), es una novela bastante convencional, pero tiene el interés de presentar literariamente a alguien tan extraordinario como Quinto Sertorio, el célebre general romano convertido en proscrito por Sila y que agrupó a otros compatriotas y a las tribus hispanas para erigirse en una especie de procónsul rebelde y librar una exitosa guerra de guerrillas contra Roma (¡qué gran aventura!). Parte de la novela está narrada por un amigo griego de Sertorio -un recurso habitual-, otra por uno de sus comandantes y la final por un muchacho lusitano gay, que es el que ha cuidado de la famosa corza blanca de Sertorio.

Una de las grandes novelas de romanos reciente es sin duda Los Idus de marzo (2009), de Valerio Manfredi, que narra en forma de tenso thriller ("¡lo fue!", me dice Manfredi) las 48 horas previas al asesinato de Julio César. La trama se centra especialmente en la peripecia de varios mensajeros, entre ellos el centurión Publio Sextio, que tratan de llegar a tiempo a Roma con información de la conjura para advertir a César -"el águila está en peligro"-. Mientras, este se muestra extrañamente vulnerable, despide a su guardia, intima con sus futuros asesinos, hace oídos sordos a confidentes y arúspices. Manfredi retrata a Marco Antonio como el gran enigma de los idus, recuerda lo que se decía de Bruto ("no sabe lo que quiere pero lo quiere apasionadamente") y orquesta un suspense acongojante: uno incluso llega a creer que César puede salvarse... Entre lo mejor, el consejo de guerra de preparación de la guerra contra los partos, la precisión en los itinerarios de los agentes y contraagentes por la campiña itálica y la imagen del brazo ensangrentado del gran Julio que pende de la camilla. "Roma nos sugiere autocracia y violencia", reflexiona el autor en charla con este diario, "pero sobre todo ciudadanía y ley. Nada más lejos de la verdad que las palabras de Ben-Hur a Mesala: 'Cuando caiga Roma surgirá un grito de alegría en el mundo'; no fue así: Britania incluso pidió el regreso de las legiones. La alternativa fue el caos, la oscuridad. El interés por Roma no pasa, aunque los políticos y los editores olvidan a menudo ese interés de la gente, la fascinación de lo que éramos".

Del magnicidio en Roma a una serie de asesinatos en Tarraco: los que aparecen en El sicario de los idus (precisamente), de la jurista Cristina Teruel (Edhasa, 2009), una primera novela que se lee muy bien. Sin salir de la Tarraconensis, con extensiones a Ilerda y Baétulo, El somni de Tarraco, en catalán, de X. R. Trigo (Edicions 62, 2009) recorre el pasado romano de la actual Cataluña. Añadamos la estupenda Hay luz en casa de Publio Fama (RBA, 2009), de Juan Miñana, historia de periodista avant la lettre (uno de los subrostrani, vendedores de información) en una Barcino más que creíble.

Si hablamos de biografías, hay que destacar Marco Aurelio (2009), de Anthony Birley, un retrato impecable del emperador filósofo, el césar casi perfecto que sólo falló (y Cómo -do-, perdonen el irresistible juego de palabras) en su sucesión y cuyo recuerdo para las nuevas generaciones es inseparable de Gladiator. Birley, al que le gustan Yo, Claudio y el Juliano de Gore Vidal, y ha leído a Lindsey Davis y Fuego en Oriente -¡Sidebottom ha sido pupilo suyo!-, tiene algunas interesantes observaciones que hacer sobre el interés actual por los romanos. "Aunque es cierto que la fascinación por las legiones atrae a mucha gente hacia la antigüedad", dice en unas declaraciones a este diario, "me parece un poco triste que la violencia y la lucha jueguen una parte tan importante en la imagen popular de la antigua Roma".

Un poquito de sexo: Amor y sexualidad en la antigua Roma (2009), del clasicista Alfonso Cuatrecasas, nos explica cosas tan interesantes como que Claudio, aficionado a las prostitutas, llegó a esperar toda una noche por una ramera armenia -eso no salía en la serie de TV- y que el cruel Domiciano gustaba de depilar él mismo a sus concubinas. Correrse en latín es, hay que ver, destillatio o gaudere, y una erección, rigidam habere. Volviendo a los gladiadores, un libro en francés, La mort en face, le dossier gladiateurs (2009), de Éric Teyssier, nos pone al día sobre los luchadores del anfiteatro, con una documentación amplísima, y advierte que nuestra visión sobre el fenómeno de la gladiatura está falseada; no se trataba ni mucho menos de un asunto simplemente cruel y sanguinario sino que estaba sometido a normas y códigos muy precisos, y muy tecnificado. De la seriedad académica de este libro pasemos al humor del simpatiquísimo, pero en absoluto falto de rigor histórico Legionary, the roman soldier's manual (2009), de Philip Matyszak. Este librito indispensable nos introduce en el mundo de las legiones ¡como si los lectores fuéramos a enrolarnos en ellas! Con la excusa de cuál sería la mejor opción, se pasa revista a todas las unidades. También se examinan las ventajas de servir en la caballería, la flota, o los auxiliares; se explica cómo elegir armas, la lucha, los enemigos (cómo distinguir un dacio de un picto)...

Para los que leen alemán, una delikatessen oportuna en este año pos-aniversario de la batalla de Teutoburgo y la clades variana, el desastre de las tres legiones de Quintilio Varo el año 9: Das Limes-Lexicon (2009), un diccionario de términos relacionados con la frontera en Germania. Y si de la lucha con los bárbaros se trata, Furor barbari! (Versátil, 2009), de Francisco Gracia, ofrece interesantísima información de especialista sobre los aspectos militares de celtas y germanos. Finalicemos convenientemente con La caída del imperio romano (2009), del imprescindible Adrian Goldsworthy, un ameno recorrido por el declive de Roma desde el siglo III, ideal para estos tiempos de crisis.

Pero que ello, la caída, no nos haga olvidar a Tíbulo: Roma aeterna. Ya se sabe, Gloria non moritur. Y menos con tantos buenos libros.




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5.2.10

¿Quién fue el más grande?

Imaginaos por un momento que quisiérais hacer un ránking de personajes históricos según su importancia. Por ejemplo, imaginaos que quisiérais determinar quién fue el mayor líder político y/ o militar de la historia... ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo determinar la importancia de los logros de cada cual? ¿Tenemos en cuenta los recursos con que contaba? ¿El camino que tomó para llegar a su meta? ¿Los inconvenientes con que se topó por el camino?



Yo he optado por un criterio que creo que es razonablemente bueno, y que a estas alturas ya os sonará a familiar: La edad a que cada personaje llegó a su punto de máximo éxito, esplendor o como le querais llamar. Según este criterio, cuanto más joven, mayor talla política o guerrera; por contra, y mal que nos pese a los cesarianos, cuanto mayor el personaje, menor relevancia o magnitud de los hechos que protagonizó... ¿se entiende?

Pues bien, he seleccionado una breve lista de 6 grandes líderes históricos (a la que seguro sabreis añadir nuevos) y he calculado la edad a que consiguieron llegar a la cúspide del poder (seguro que esto también es discutible)... el resultado es el siguiente... comenzamos por los más ancianos, con lo que "el más grande" aparecerá al final de la lista...



Ránking Personaje Fecha nacimiento Logro Edad
10º Trajano 52 Tras su victoria sobre los Dacios, y su campaña contra los partos, Trajano lleva al Imperio Romano a su máxima extensión territorial en el 116  64
Carlomagno 742 Expandió los distintos reinos francos hasta transformarlos en un Imperio al que incorporó gran parte de Europa Occidental y Central. Coronado Imperator Augustus en el 800 en Roma 58
Isabel I de Inglaterra 1533 El mal tiempo, la ayuda holandesa y una buena dosis de habilidad política hicieron que la Armada Invencible fracasara en su intento de invasión de Inglaterra de 1588 55
Julio César 100 aC En Septiembre del 46 Ac César finalmente celebra sus 4 desfiles triunfales, por sus victorias sobre Galos, Egipcios, Asiaticos y Africanos… obviando la obtenida contra sus conciudadanos en la Guerra Civil...  54
El Cid Campeador 1040 El 15 de Junio del 1094 El Cid tomó posesión de la ciudad de Valencia, siendo proclamado "príncipe Rodrigo" 54
Gengis Khan 1162 En el 1215 sus tropas entran victoriosas en Pekín 53
Atila 406 Tras arrasar Europa y cruzar los Alpes, Atila renuncia a atacar Roma en el 452 46
Napoléon 1769 Bien asesorado, Napoleón se (auto)corona Emperador de los franceses en 1804 35
Escipión el Africano 236 aC Tras años de combatir a Aníbal, acaba con el poder militar cartaginés en la Batalla de Zama en el 202 aC, dando por concluida la II Guerra Púnica 34
Alejandro Magno 356 aC En el 331 aC vence definitivamente a los persas en la Batalla de Gaugamela 25

Pues ya veis, El Magno arrasa... discutir si Gaugamela es su momento de máximo apogeo tampoco cambiaría las cosas, ya que murió a los 33 años, lo que aún continuaría situándolo a la cabeza del ránking. Otra curiosidad es que la cincuentena parece ser la edad más frecuente de llegada al éxito político o militar, lo que implicaría normalmente entre 20 o 30 años revios de sangre, sudor y lágrimas.

PS: Obviar a Adolf Hitler me ha parecido una cuestión de decencia, aunque para vuestra tranquilidad, tampoco habría quedado en las posiciones de honor del ránking...

PS2: Si en lugar de la capacidad militar o política hubiera tenido en cuenta otro tipo de capacidades, seguramente habría ganado este otro personaje histórico




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