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9.2.07

La muralla de Adriano


La muralla de Hadriano, por cortesía de Walt Jabsco

La Muralla de Hadriano fue construida tras una visita de este Emperador a la zona, en el 122 dC. En un período de crecientes problemas en el Limes del Imperio, no sólo en esta zona, sino también en Egipto, Judea, Libia, Mauritania y otras zonas conquistadas por su antecesor Trajano, Hadriano inauguró una política de reimponer el orden en la frontera. Obviamente, una muralla de tamañas proporciones debía ayudar a cumplir este objetivo, al mismo tiempo que suponía un símbolo claro del poderío del Imperio.

La muralla de Hadriano tenía unos 120 kilómetros de largo, y su altura y anchura originales podían variar según el tramo, según los materiales constructivos utilizados. Al Este del río Irthing la Muralla, construida en piedra, tenía 3 metros de ancho por 5 o 6 de alto; al Oeste del mismo río, al haberse usado turba de la zona, la anchura de la misma crecía hasta los 6 metros, reduciéndose la altura hasta los 3. La Muralla tenía guarniciones de tropas auxiliares (no legionarios) cuyo número rondaba los 9.000 efectivos, tanto de caballería como de infantería.

Tras la muerte de Hadriano en el 138, la muralla perdió temporalmente sus funciones ya que el nuevo emperador, Antonino Pío, trasladó la frontera 160 kilómetros al Norte, y construyó una nueva muralla en la actual Escocia. Esta, la muralla Antonina, tenía 61 kilómetros de largo y estaba construida con turba. A pesar de los importantes recursos militares asignados a esta nueva muralla, Antonino Pío fue incapaz de domesticar a las tribus del Norte, y su sucesor Marco Aurelio se vió obligado a abandonarla, volviendo a situar el limes en la muralla de Hadriano.

A finales del siglo IV, las invasiones bárbaras, la crisis económica del Imperio, y la inestabilidad política y militar, debilitaron irreversiblemente la presencia romana en Britania. Hacia el año 410 dC tanto la administración como las legiones romanas pertenecían ya al recuerdo, y Britania quedó a su propia merced. Las guarniciones, originariamente foráneas, estaban ya integradas por personal britano local, con lo que su papel militar fue difuminándose con el tiempo. Excavaciones arquelógicas actuales nos revelan que ciertas partes de la muralla estuvieron habitadas hasta bien entrado el siglo V, pero posteriormente estos asentamientos fueron abandonados y la muralla quedó desprotegida, reduciéndose poco a poco a su estado ruinoso actual.

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