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11.6.07

La agenda de Plinio el Joven

La vida en la antigua Roma podía ser muy placentera o terriblemente dura, y el hecho de que te tocara vivir una u otra dependía casi exclusivamente de tu suerte en el nacimiento. Aunque se dan casos de ascensión social, en que libertos llegan a posiciones sociales y públicas de gran relevancia, lo cierto es que nacer patricio era una gran suerte, mientras que nacer en el Subura (uno de los peores barrios de Roma), o esclavo podía afectar sensiblemente a tu esperanza de vida...

En este caso, el más joven de los Plinios nos lega una carta en la que nos deja entrever que él sí que tuvo mucha suerte en su nacimiento. Este breve repaso a su agenda diaria (aparte de darme una envidia tremenda), nos confirma lo que antes os decía... nacer rico en Roma podía ser muy interesante...


Me preguntas cómo paso la jornada de verano en Etruria. Me des­pierto cuando quiero, habitualmente a las 6, con frecuencia antes, rara vez más tarde... Reflexiono sobre el trabajo que estoy haciendo y lo hago con gran cuidado, como si lo escribiera palabra por palabra y lo corrigiera... Después llamo a mi secretario, le hago abrir las ventanas y le dicto lo que he elaborado en la mente... Hacia las 10 o las 11 -no subdivido las horas de manera rígida, precisa-, según aconseje el tiempo, voy a la terraza o al atrio, sigo reflexionando y dicto lo que he pensado. Después, subo a la carroza y también en ella continúo haciendo lo que hago caminando o ten­dido. La tensión mental permanece, revigorizada por el cambio. A conti­nuación, echo una cabezadita y doy otro paseo; al final leo algún discurso griego o latino, en voz alta y clara, más por el estómago que por la voz; aun­que, de todos modos, esto sirve también para fortalecer la voz. Doy un nuevo paseo, vienen después los masajes, la gimnasia y el baño. A la mesa, cuando está mi mujer o un par de amigos, hago leer algún libro; tras la cena, la comedia o el sonido del laúd; doy, a continuación, un paseo con mi gente, que incluye también a hombres cultos. De este modo transcurre la velada en discursos varios y agradables, y hasta el día más largo pasa como un soplo... A veces voy a cazar, aunque nunca sin mi mesita para escribir, gracias a ella, aunque no cace nada, siempre llevo a casa algo... También dedico algún tiempo a mis arrendatarios (coloní), aunque, según ellos, no el suficiente; sus quejas labriegas despiertan en mí el deseo de pen­sar en nuestras ciencias (litterae) y en las actividades (opera / asuntos políticos) de la ciudad

Carta de Plinio el Joven a Fusco, Ep. 9, 36



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