Permitidme una pequeña licencia humorística hoy: Mis lectores españoles saben o deberían saber que en breve finaliza la campaña de pago de los impuestos de la Renta del 2006. Este es un momento doloroso en que los españoles nos sentimos casi todos iguales ante la Ley, y en el que nos toca declarar hasta el último céntimo de Euro ganado.
Pues bien, hace 2000 años este tema generaba también mucho estrés, por el hecho impositivo en sí y por el perfil de las personas que se encargaban de la recaudación, los temidos publicani. Sus métodos eran, por decirlo suavemente, poco ortodoxos, y su afán recaudatorio podía llevarles hasta extremos inimaginables hoy en día. Filón nos lo deja bien claro en este texto:
Así, recientemente, un hombre, encargado de recaudar los impuestos entre nosotros, si la gente retrasada en los pagos, ciertamente a causa de la pobreza, intentaba huir por temor a los insoportables castigos, cogía por la fuerza a las mujeres, a los hijos, a los padres y a todos los demás parientes, y los golpeaba, maltrataba y sometía a oprobiosas violencias de todo tipo, de manera que trajeran al fugitivo o pagaran cuanto le debía, dos cosas que no podían hacer: la primera porque no sabían su escondite, la segunda porque no eran menos pobres que quien había huido. Pero él, recaudador de impuestos, no los soltaba sino después de haberse encarnizado en sus cuerpos con suplicios e instrumentos de tortura y haberles quitado la vida empleando métodos inauditos. Ataba con una cuerda un cesto lleno de arena, colgaba este pesado fardo a sus espaldas y los exponía a cielo abierto en el mercado público, de manera que los inducían a la desesperación mediante el terrible fardo de los castigos a que los sometía: el viento y los abrasadores rayos del sol, la vergüenza ante los transeúntes y los pesos colgados a sus espaldas; los demás, que estaban obligados a ver su castigo, probaban por anticipado aquellos sufrimientos. Algunos de estos últimos, que veían más claro con el alma que con los ojos y se sentían personalmente maltratados en la persona del otro, se quitaron por anticipado la vida con la espada, el veneno o la cuerda, dado que una muerte sin torturas les parecía una gran ventura en medio de su desventura.
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