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7.6.07

La educación de los hijos

Por cortesía de Arturo Herrera tenemos hoy otro interesante texto, en esta ocasión, sobre la educación de los hijos. Como podreis comprobar, algunos problemas no varían con los siglos...

"Pues antaño los hijos nacidos de madre honrada no se criaban en el cuartucho de una nodriza alquilada, sino en el regazo y en el seno de su propia madre, y ésta tenía como principal motivo de orgullo velar por la casa y ser una esclava para sus hijos. Se elegía alguna pariente de edad, y a sus probadas y comprobadas costumbres se confiaba toda la prole de la misma familia. En su presencia no se permitía nada que pudiera parecer expresión grosera o acción vergonzosa. Con una virtud que infundía respeto, moderaba incluso los esparcimientos y juegos de los niños, no ya sólo sus aficiones e inquietudes. Así se ocupó Cornelia, la madre de los Gracos, de la educación de sus hijos —según se nos ha dicho— y consiguió que llegaran a ser personajes de primera fila; y lo mismo hizo Aurelia con César y Acia con Augusto. Este rigor en la disciplina tenía como mira el que las cualidades individuales, puras e intactas y sin desviarse por ninguna corrupción, se lanzasen abiertamente al cultivo de las artes nobles y, ya se inclinase su vocación a la milicía, ya a la ciencia jurídica o a la oratoria, se dedicara sólo a un campo y penetrara en él hasta sus últimas consecuencias.

Pero ahora el niño recién nacido se entrega a cualquier criadilla griega, a la que se agregan uno o dos siervos del montón, en general los peores e incapaces para ningún quehacer serio. Aquellas almas tiernas y sin cultivar se impregnan al instante de los chismes y aberraciones de esta gente y nadie en toda la casa se preocupa de lo que diga o haga en presencia del joven dueño. Es más, ni siquiera sus mismos padres acostumbran a los pequeños a la honradez ni a la modestia, sino a la broma y a la chacota, medios a través de los que, poco a poco, penetra furtivamente la falta de pudor y el desprecio de lo propio y de lo ajeno.

Me da la impresión de que se contraen casi en el vientre de la madre los vicios exclusivos y peculiares de esta ciudad: me refiero a la afición por el teatro y el entusiasmo por los espectáculos de gladiadores y de caballos; ocupado y obsesionado por ellos, ¿qué resquicio deja el ánimo para ocupaciones más dignas?, ¿cuántos hallarás que en casa hablen de alguna otra cosa?, ¿qué otras conversaciones sorprendemos en los jóvenes al entrar en las salas de lectura? Ni siquiera los maestros mantienen con sus oyentes otro tema de conversación más frecuente; no atraen a sus discípulos con el rigor de sus enseñanzas ni dando muestras de su talento."

C. Tácito, Diálogo sobre los oradores, 28, 4 – 29, 5.

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