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16.5.07

Lecciones de estrategia: ¿Cómo puede un caracol ser tu mejor aliado?

Hoy me inclino por un titular un poco tontorrón para explicaros una de las mejores anécdotas que Sexto Julio Frontino nos ha legado en su Strategemata: La del soldado que, buscando caracoles, encuentra un camino para rodear al enemigo. Hoy en día esta anécdota daría pie a varios best sellers sobre la buena suerte... a Cayo Mario le reportó la victoria en un asedio muy difícil. Tras meses de intentar un asalto frontal a una fortaleza situada en lo alto de un monte escarpado, la solución de la brinda un puñado de caracoles...

En la guerra contra Yugurta, Cayo Mario efectuó en una ocasión un asedio contra una fortaleza situada cerca del río Mulucha. Esta estaba en un promontorio rocoso, accesible por un lado por un único paso estrecho, mientras que por el otro lado sólo habían precipicios. Sucedió que un cierto Ligur, un soldado raso de entre los Auxilia, había salido a por agua y, mientras cogía caracoles de entre las rocas de la montaña, accedió a su cumbre. Este hombre le hizo saber a Mario que era posible escalar hasta la fortaleza. En consecuencia, Mario envió algunos de sus centuriones en compañía de algunos de sus hombres más ágiles, incluyendo también a los trompeteros más habilidosos. Estos hombres fueron sin casco ni sandalias, para que vieran mejor y les resultara más fácil escalar por las rocas; sus escudos y espadas iban ligados a sus espaldas. Guiados por el Ligur, y ayudados por cordajes y estacas, con los que mejor se sostenían, consiguieron escalar hasta la parte trasera de la fortaleza, la cual, debido a su posición, no contaba con defensores. Entonces los trompeteros comenzaron a tocar sus instrumentos armando un gran barullo, tal y como previamente se les había indicado. Esta fue la señal para que Mario urgiera impetuosamente a sus hombres al avance con furia renovada contra los defensores de la fortaleza. El populacho, con temor de que la fortaleza hubiera sido tomada por la retaguardia, había forzado a los defensores a desguarnecer las defensas frontales, con lo que a Mario le resultó más fácil asaltar y capturar la fortaleza.


Prefiero no pensar como pasaron esa noche los habitantes de la fortaleza, pero recordando otros ejemplos de carnicerías de la soldadesca romana, en el mejor de los casos acabaron vendidos como esclavos en algún mercado africano. En cambio el Ligur, gracias a sus caracoles, de buen seguro acabó con una buena recompensa en sus bolsillos.

Esta es mi traducción libre de la versión inglesa que Bill Thayer pone a nuestra disposición en su excelente web. En ella teneis la lectura completa en inglés del Libro III del Strategemata.



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2 comentarios:

  1. Creo recordar que en la fantástica novela "El primer hombre de Roma" de Colleen MacCullough se narra esta misma anécdota durante la guerra contra el númida Yugurta. ¡Gran blog!

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  2. Efectivamente, así es: yo también he leído ese "best seller".
    Saludos

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