El hondero luchaba siempre en primera línea, como soldado de la infantería ligera y básicamente su función consistía en romper el orden defensivo del enemigo, junto con los arqueros, lanzando proyectiles que causaran el mayor desorden posible en las filas enemigas.
En el campo de batalla se disponían separados 2 ó 3 metros entre ellos para poder manejar la honda sin obstaculizarse y el efecto de las descargas de los honderos en las formaciones enemigas era terrible, ya que los proyectiles arrojados, fueran de piedra o plomo, podían llegar a pesar medio kilo y destrozaban cualquier tipo de escudo o armadura de la época. No es difícil imaginar la devastación que causaban.
Como formaban en primera línea, tenían que efectuar repliegues rápidos y ordenados hacia los flancos para dejar paso al resto del ejército que iniciaba la carga, una vez arrojados todos los proyectiles contra el adversario.
Durante el combate se protegían con un escudo de piel de cabra y una jabalina endurecida al fuego. Empleaban tres hondas de diferente medida atadas a su cuerpo, seleccionando con mortal precisión aquella más adecuada a cada necesidad planteada por el combate.
Si bien eran mercenarios que vendían sus servicios al mejor postor, generalmente cobraban en especies, sobretodo por cosas que no eran abundantes en las islas Baleares, fuera vino, aceite o mujeres.
Su contribución a la Historia, no acabó con su apoyo a los cartagineses durante más de doscientos años, ya que cuando Roma clavó sus garras sobre las islas, Quinto Cecilio Metelo se las tuvo que ver con los ya conocidos (y temidos) honderos; de hecho, para recalar en las islas, los romanos tuvieron que acorazar sus embarcaciones, forrándolas de cuero, ya que los honderos hundían sus barcos disparando a la misma línea de flotación de la nave. Valga decir que tal fue el sufrimiento de las legiones romanas, que tardaron dos años enteros en someter las islas.
Finalmente, tras el sometimiento de las Baleares, estos mercenarios pasaron a formar parte de las tropas auxiliares romanas y combatieron junto a Julio César en su conquista de la Galia.
El fin de los honderos no fue, ni mucho menos, provocado por un ejército invasor. Fue justamente la estabilidad, el período de Pax Romana que se extendió dentro de los limes (fronteras) del imperio, que favoreció el comercio y la explotación ganadera y agrícola de nuevos productos como el aceite, el vino, el trigo así como la progresiva “romanización” de las islas sometidas, los que conformaron un nuevo estilo de vida en el que no tenía cabida la honda, convertida en instrumento de juegos de habilidad o en herramienta de los pastores, en manos de los cuales ha llegado hasta nuestros días.
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30.5.07
Los honderos baleares
Labels: Arte de la guerra
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